03/07/08

Santiago Montobbio, THREE POEMS

1.

MANIFIESTO INICIAL DEL HUMANISTA

La causa de las palabras, que para nada sirven,
o para vivir tan sólo, es una causa pequeña.
Pero si cada día sabes con mayor certeza
que no sólo repudias las coronas
sino que cada vez te dan más asco;
si en verdad no quieres hacer de tu ya arruinada inteligencia
una prostituta mercenaria que venda sus pechos o su alma
a cualquier hijastro del dinero o si, sencillamente,
poco necesitas y tan sólo te importa soportar
con dignidad la vida y sus tristezas
mejor será que asumas desde ahora
la inevitable condena de la soledad y del fracaso
y que como luminoso o ciego abandono de estrellas
a esa pequeña, muy ridícula causa ya te abraces,
que del todo lo hagas y que en tu habitación vacía
las palabras del fuego sean ceniza, que se asalten
y persigan, que tengan frío, en su noche
a solas, por decir tu nombre.

THE INITIAL MANIFESTO OF A HUMANIST

The calling of good-for-nothing words,
or living this much on your own, has small call
on you if with a daily and a deader certainty you see
that not only do you shun its laurels
but they gall you all the more greatly, so
if you honestly don’t want to change your already two-bits wits
into a penny-pinching whore’s who’ll sell her tits or soul
to any John with dough or if, fundamentally,
you do not require that much and what matters is that you bear
life and its sadness with dignity,
it would be better if, from here on in, you accept
as unavoidable the sentences of loneliness and failure,
and cling as with a bright, blind, starry-eyed abandon
to this small ridiculous calling and you make of it,
and that in your empty room the burning words
which hound you and assault you
could go cold as ashes
just for uttering your name.


2.

CATÁLOGO DE ANTIGÜEDADES

Besitos y mordisquitos en las orejitas era lo que escribíamos
al final de unas postales no tan obscenas como horteras,
también en los hociquitos y Viva el Mejillón Peludo
cuando las enviábamos a niñas adorablemente estúpidas
y Gola Pola Amapola qué tal las misiones en Angola
o de mayor yo también quiero ser cura
si iban dirigidas al gris colegio horrible,
besitos y mordisquitos o cabramozabigote!
en la época de la continuada borrachera
que un estómago medio buzón medio prodigio
aún digería, besitos, mordisquitos y no sé por qué
ahora también recuerdo ininterrumpidos veranos
y sobre todo a Javier borracho, cayéndose y cantando
a las seis de la madrugada en la Plaza Artós,
Javier parando a un repartidor para enseñarle
cómo en el infantil cuaderno de dibujo
que alguien había ideado regalarle a Ana
el elefante coloreado de amarillo
quedaba superlativamente cojonudo y fíjese usted,
no me he salido para nada de los bordes, ¿verdad
que a la señorita ha de encantarle?: besitos, cervezas,
mordisquitos, noches, desiertos o Javier o la Plaza Artós
en la cara del pobre hombre: inconcebibles cosas así
son las que me vuelven y las que tengo que anotar
para cuando tenga tiempo o ganas de escribir
en falso verso un inservible catálogo
de antigüedades. Y en los márgenes del papel
no puedo olvidarme de apuntar que ya muy al principio
de una adolescencia extremada me acostumbré
a coleccionar en los descosidos bolsillos de mis ojos
huidizas madrugadas, a coleccionar o robar al tiempo
pequeñas muertes, azúcar de piernas, adioses,
pañuelos y lunas, pozos, cuchillos, ternuras,
y que esa temprana afición por las cosas que no sirven para nada
sin duda tuvo la primera y quizá más grave culpa
de que acabara aceptando complacido, y sin más,
el convertir en una completa inutilidad mi propia vida,
muy irresponsablemente sonriendo ante los infinitos
lo que hay que ver, un chico de sus posibilidades,
mira que dejar el Derecho para perder el tiempo
escribiendo versitos, lo peor es que así
es como acaban comunistas y ya es lástima
que mi particular ejército de abuelas
resignadamente recitaba.

CATALOGUE OF ANTIQUES

Not so much obscene as tasteless little xo’s of kisses
and nibbles on the earlobes were shat we smeared
at the ends of postcards, nauseous nuzzles on the muzzle
too, and if mailed to adorably stupid girls:
Up the Shelled Mussel and Gola Pola Poppies
how go our missions in Angola, or when older-
I want to bee a priest too, if posted to a stern grey college,
little x’s of kisses or nibble-o’s, or wee goatee moustache
in the era of the one-long-bender that even I –half-mailbox,
half freak of nature- was able to stomach: the xoxo
of nibble and kiss, and I can’t tell why
I now recall the uninterrupted summers,
and most of all, Javier, tipsy-toppling over and singing
in the small hours of the morning, at six, Javier
stopping a delivery man to show him
how an elephant in yellow-crayon
on a children’s drawing pad,
which someone had meant to give to an Ana
as a present, was still superlatively ballsy, mark you
and it hasn’t swung round the corner of my mind for nothing
the young lass had to have him charmed, x-ed with kisses, beers –
o-nibbles, nights, the deserts or Javier or Artós Square
in the poor man’s face, inconceivable things like that
are what come back, and I should make note of, for when
I have the time and notion to compile, in fake verses,
my non-playable catalogue of antiques. And in the margins
of the paper I mustn’t omit to put in how, already, at the onset
of extreme adolescence I made it a habit
to collect in the loose bags under my eyes
the small refugee hours of the morning, to collect, or steal
the little deaths off of time: the sugary legs, goodnights;
moons and handkerchiefs, knives, endearments, wells
and this font of fondness for good-for-nothing things,
which take prime and major blame
for me ending up, complacently, accepting that my own life would turn out
utterly useless, a young lad who smiles most irresponsibly at the infinite
possibilities he should be looking into,
lookit giving up the Law to squander their time
writing weeny verses, the worst of that’s
how lads end up a communist, and it’s a goddamn shame
my particular army of grandmas
chanted in resignation.


3.

DESTIERRO, OFICIO

Es siempre torpe e inútil la experiencia,
más aún quizá como la memoria la conserva
y aunque un yo suele ser el más para quien lo firma
(en mi humilde caso más solitario, más jodido)
creo poder afirmar que no porque no sepa
cuándo sucedió ese tiempo, pues la adolescencia
es de los pocos olvidos que me queman,
va a dejar de ser cierto que escribí
más radiografías que nadie, radiografías
con las que quiero decir sombrillas,
aros de circo, murallas
y a veces metralletas.
Que las escribí o soñé y cómo empeñé mi vida
escribiendo en jóvenes veranos
varias novelas inconclusas
que octubre mutilaba y disponía
sobre el roñoso radiador
de al lado de mi mesa.
Que escribí o que soñé y me tuve
y que quizá por no tener nombre
a través del papel luché
por reconocerme en alguno y poder
sobre los márgenes marcar con tinta roja
lo que la vida me iba negando,
lo que la sucia vida me iba perdiendo.

Pero la verdad de que desconozco ya ese tiempo
me anula cualquier otra neblinosa certeza
y ahora sólo mastico horas en los bares
y precinto con gran cuidado los teléfonos.
Ahora mastico horas y bares sobre un cementerio de teléfonos,
vagamente miro cómo sin brillo ni sufrimiento me veo
y hasta he dejado de preocuparme por saber
hasta qué punto el alcohol me cerca
y lo que desde luego ya para nada me entretiene
es el pensar de vez en cuando
qué curioso sentido puede ocultar el trayecto
que hace que antes de impuesta
la derrota sea una ética –y que tal vez por ello
la vida considera al fin moral el imponerla.
Y ahora que nada de eso me preocupa ni me ocupa
sólo bebo y sólo no escribo, ahora, mientras
la vida se apelmaza y se desliza, mientras se amansa
-¿merengue sucio que fue niña?- y ya no es nada
o mientras con un por lo general aceptado dolor
conozco que no me quedan patrias ni acogidas
y que ya será otro el que espere y crea
en el iluso momento en que unos labios
consigan imponer de nuevo
un mínimo sentido al mundo,
ahora, en este siempre mientras
solo bebo, sólo no escribo.

Vuelta:

Porque nada se ha hecho o nada queda
de cartas y puñales
o distancias sobre piernas;
porque a ninguno de tus nadies le interesa
redactar tímidas tumbas, vacilantes elegías
sin drama y sin lirismo, un poco también por esto
tú sólo bebes y silencias y es más que probable
que vayas a seguir haciéndolo
a poco que tengas en cuenta que no sabes
si alguna vez encerraron la verdad de una música
lejanísimos poemas; que si fue así en todo caso
tú no la recuerdas y que intentar recobrarla
te da una aplastante pereza y –hay que ser sincero-
ya del todo ajeno te resulta el modo
en que un alma se exploraba
desde y contra el miedo.

OFFICIAL EXILE

Experience is always a useless oaf,
perhaps even more so since it loafs about in the memory,
and though one I is usually the most needed of an endorser,
I believe I can attest (in my humble –lonelier, trickier-
instance) that it isn’t, for I might be ignorant
of when that experience was, well –as adolescence
is one of the forgotten few burned into me-
it’s going to stop being certain that I wrote
more X-rays than anyone, shot
X-rays with parasols I mean,
circus rings, walls,
sometimes Tommy-guns.
I wrote or dreamed them and through my young summers
somehow embarked on life scribbling
several unfinished novels
which were crumpled up by October and dumped
on the rusty radiator
by my table.
I wrote or dreamed them, but I didn’t have me.
And for lack of a name perhaps
I laboured over the pages
to see me in one and be able
to mark into the margins in red ink
what life was denying me,
what this bugger of a life was losing on me.

But those times, of whose verities I’m unaware
dispel the other, hazy certainties
and now with great care I just, officially, seal off the telephones,
and browse away the hours in bars.
Now, over a telephone graveyard, I browse the hours and the bars,
catch a dim view of, and with the shine-off, non-suffering me,
and I haven’t even bothered to eke
out how far alcohol has widdled round me
and what I haven’t entertained at all
is the notion I had, from time to time,
about the queer sense the bar-crawl deep
sixes, which makes out –before it takes effect-
that ruination is an ethos.
And now that none of this troubles or takes up my time,
I just drink and I just don’t write while
life crusts over and slips off, while it goes soft
-filthy meringue that once was a girl?- and now’s nothing,
or while with a now, in the main accepted, ache, I learn
no homeland nor welcomes-home are left me
and that whoever is wishing and waiting will be another
in the dreamy moment when one pair of lips
might manage to impose, again, a modicum
of sense on the world,
here, in this forever, while
I just drink and I just don’t write.

The Follow-up:

Because nothing has got done and nothing’s
of the letters and the back-stabbing,
or hoofing it far and wide legging
because none of y’r nobodies took any interest
in editing y’r vacillating elegies, the shy sarcophagi
-lyric and vision-less, this small all
which –if only you could get a hold of- a little on account
of this and the silences too, you just drink, but it’s more likely
you’ll play along a bit, for in the back of your mind you can’t tell
if the poems way back then had a true music
shut up inside, which if –in any event- there was,
you can’t recall, and the intent to redeem it
throws you into a fit of lethargy (one must be sincer)
once, out of all the outlandishness, the style seize upon you
through which a soul was self-exploring
in and out of fear.

[Translations by George McWhirter]



Parole che non servono a nulla... La condanna della solitudine... Una luminosità involontaria... La lirica e la visione...

Le parole di Montobbio sono una ripercussione di immagini e di concetti, una riflessione continua sulla vita e sul farsi della poesia, un'interrogazione della storia personale e dell'esperienza di ciascuno di noi.

Masticare ore e bar su un cimitero di telefoni: la nostra modernità più alienata e distante dalle comunità. Mentre risulta alieno il modo in cui un'anima si guardava dentro a partire dal timore e contro la paura.

È come se le parole di Montobbio dicessero tutto senza doverlo esplicitare, con un linguaggio che ha in sé la ragione del suo esistere e la sua necessità: come se le sue parole dovessero essere così come sono, senza altre spiegazioni, in quella fortunata combinazione di immagini evocate dalla vita quotidiana e dall'inconscio e riflessioni tradotte in un monologo collettivo.

[Commento di Roberto Bertoni]